Do You Want to Know a Secret?

abril 8, 2009

Me saludó con un beso en la comisura de los labios y un abrazo un poco prolongado.

Al subir al ascensor me preguntó por Soledad, le dije que no se sentía bien y que se había quedado con todas las ganas de venir, así finalmente conocía a la chica de la cual tanto hablaba.

Murmuró un suave «que lástima» para luego agregar con cierto énfasis «bueno, eso significa que te tengo toda la noche para mí», mientras me tomaba de la mano. Yo no se la saqué.

En la puerta del departamento me soltó la mano. En el interior había mas o menos seis o siete personas reunidas alrededor de la  mesa. En la cual ya habían dos botellas de vino vacías, una a medio tomar y otra de tequila sin abrir. Los limones ya estaban cortados y de la cocina salía otra persona con la sal. Al parecer, la ceremonia estaba a punto de empezar.

Saludé a todos en general. Éramos todos conocidos. No eran necesarias las formalidades.

Al transcurrir la noche la botella de tequila fue bajando y de a poco la gente se fue yendo. Al final solo quedábamos Paula y yo.

En un estado de semiebriedad nos tiramos en un sillón. En la radio estaban pasando November Rain. Nos quedamos dormidos, abrazados.

Desperté sobresaltado, pensado que sería de mañana. Afortunadamente solo había pasado una hora. La desperté y le pedí que me consiguiera un taxi.

Cuando llegó el taxi, ella se acercó hacia mí, y agarrándome desprevenido me dio un beso.

Abrí la puerta de mi departamento, y sin prender la luz me tiré sobre el futón. No quería pensar sobre lo que había pasado con Paula. No en este momento.

Me despertó Soledad a media mañana. Su cara no era para nada la cara de una mujer feliz.

Devil in Her Heart

abril 6, 2009

Al llegar la noche, cuando estábamos preparándonos para salir, sucedió lo mismo que venía sucediendo cada vez que teníamos una reunión de este tipo: Soledad me dijo que estaba cansada, que había dormido muy mal la noche anterior y que muchas muchas ganas no tenía de ir. Pero que a ella no le molestaba si iba solo.

Tres meses atrás me habría quedado con ella. Como siempre lo hacía. Sin embargo, esa vez no me importó y le dije que bueno, que no me espere despierta.  En ese momento su cara cambió de semblante. Tal vez lo imaginé, pero sus ojos se llenaron de lágrimas. Lágrimas que no atinaban a caer. Lágrimas suspendidas. Lágrimas atrasadas.

Todavía su imagen seguía en mis retinas cuando cerré la puerta del taxi y le dije la dirección al taxista.  Otro taxista que seguía hablando del gol de Messi y de la frialdad de pecho de Riquelme. Ni siquiera le contesté con monosílabos. Al llegar le pagué justo y me baje.

Paula viviá en un edificio. Toqué el portero, y mientras bajaba prendí un cigarrillo. En ese momento eran las once de la noche y hacía frío.

La imagen de Soledad parada mientras cerraba la puerta desapareció en cuanto vi a Paula salir del ascensor. TEnía puesta una remera negra, una falda violeta y unas botas negras que le llegaban apenas un poco más abajo de las rodillas.

Estaba hermosa, y un poco tomada.

Not a Second Time

abril 4, 2009

Esa tarde fuimos a Disco. Compramos la lavandina. A diferencia de otras veces, solo compramos lo indispensable para la semana. Cada artículo fue comprado con la mayor de las conciencias. De repente nos encontrábamos discutiendo sobre la necesidad vital de una nueva caja de té. Como si de esa desición dependiera el futuro de nuestra relación.

En el fondo ambos sospechábamos que no tenía mucho sentido hacer una planificación a futuro. Que las horas estaban contadas. La cuenta regresiva había empezado.

Al llegar a casa, en la pantalla de la PC titilaba la ventana naranja del MSN. Tenía un mensaje de Paula.

Paula era una colega que había ido al congreso. Durante el tiempo que duró el mismo trabamos una linda amistad. O lo que parecía ser el inicio de una buena amistad. Nos gustaban los mismos autores, la misma música. Con una simple mirada nos entendíamos. En Tandil hicimos miles proyectos para trabajar juntos en el futuro.

En el mensaje Paula me invitaba a una fiesta que organizaba esa misma noche con toda la gente de La Plata que había asistido al congreso. Por supuesto, Soledad, mi novia, también estaba invitada. Nos esperaba a las diez de la noche.

All I’ve Got to Do

abril 2, 2009

Ella también se dió vuelta y se durmió inmediatamente. Nos quedamos en la misma posición por un espacio de tres horas. Inmóviles.  Cercanos, tan distantes.

Escuché cuando se levantó y fue hacia la cocina. Escuche los mismos sonidos de todos los días. Una taza, la cucharita revolviendo el café, ese disco de Los Estelares que sonaba cada sábado.

Me levanté yo también, imitando sus pasos. Llegué a la cocina y la saludé con un beso. Tomé una taza y lentamente fui agregando de a una las cucharadas de café, tratando de dilatar el momento de compartir el desayuno. Sabía que ya no quedaba nada. Dudaba si alguna vez había habido algo.

Sentados en la mesa, la voz  Moretti nos ayudaba a evitar el diálogo.

A veces pienso que ella también presentía el final, que ella no era feliz. Que la vida que llevábamos, sin sobresaltos, una vida de bautizmos y casamientos, una vida con diálogos monosilábicos, esta vida no era la que ella había soñado seis años atrás.

When I Get Home

marzo 6, 2009

En ese momento no supe si reir o llorar. Mi mente se desdobló, por un lado quería salir corriendo, el verme envuelto otra vez en la rutina me agobiaba. Otra parte de mi ser me instaba a mantenerme calmo, a recordar todos los buenos momentos vividos. Momentos que cada vez era más fugaces, pero que sin embargo seguían estando ahí presentes.

Ganó la parte conciliadora. Me acerqué hasta la cama y le dí un beso.

Yo[hablandole al oído]:

Me extrañaste?

Yo[apenas susurrando]:

Yo sí te extrañé.

Soledad[sentándose, prendiendo la luz]

Por supuesto que te extrañé.

Yo[semiofendido]:

No parecía. Casi no me escribiste en este tiempo.

Soledad[aburrida]:

Fueron solo tres días. Además, sí te escribí.

Yo[resignado]

Tenés razón. Me escribiste UN mensajito todos los días

Soledad[con aire triunfal]

Viste? Cómo no te voy a extrañar?

Yo[con ira contenida]

El último mensaje que me mandaste fue para decirme que hoy teníamos que ir a Disco, porque se acabó la lavandina.

Sin decir nada más, me di vuelta. Me tapé la cara con la sábana y pretendí dormir.

Words Of Love

marzo 5, 2009

La cerveza y el vino de la cena hicieron que me durmiera apenas apoyé la cabeza en el asiento del colectivo.

Me desperté en la terminal de La Plata. Mejor dicho, me despertó Matías. El congreso había durado tres días. Tres días que me habían cambiado la cabeza. Pero ahora me encontraba de nuevo en la ciudad de las diagonales.

No tenía ganas de caminar y me tomé un taxi en la terminal. Ya había amanecido. El taxista también me hablaba del gol de Messi. Yo simplemente asentía o murmuraba alguna exclamación de compromiso. A esta altura no me interesaba. Solo quería llegar y acostarme en mi cama.

Al abrir la puerta me dí cuenta de que muchas cosas pueden cambiar en tres días, y ala vez todo sigue igual.

Sobre la mesa de la cocina, una caja de pizza con una porción adentro indicaba que anoche había habido una reunión de mujeres en mi casa.

Traté de no hacer mucho ruido para no despertarla. Pero apenas entré a la habitación ella se movió en la cama. Sin prender la luz me dijo:

Soledad[dormida]:

Hola! Cómo te fue?

YO[ eufórico]:

Bien, estuvo muy bueno. Aprendí muchisimas cosas. Te extrañ…

Soledad [interrumpiéndome]:

Que bueno.  Sabés que ayer la expulsaron a «Osito» de la casa de Gran Hermano?

YO[mudo]:

A Hard Day’s Night

marzo 4, 2009

Cuando nos quisimos acordar ya no quedaban pasajes para las 5 de la tarde, el próximo colectivo iba a salir a las 3 de la mañana. No nos quedaba más opción que hacer tiempo en Tandil.

Fuimos caminando  hasta el hostel. Nos recibió «el chango», el dueño del lugar. En las paredes se veían fotografías de fiestas pasadas. En una aparecía el chango con un tipo igual a Martin Scorsese. Otras, más viejas, lo mostraban junto a Ciro, el cantante de Attaque 77.

En la sala nos quedamos conversando con unas chicas españolas que estaban alojadas ahí. Tomamos algunas cervezas mientras veíamos en todos los canales la repetición de un gol de Messi. Pasaban las horas y la cerveza de a poco nos iba mareando.

El Chango nos recomendó el restaurant de un amigo para que vayamos a cenar. Era un lugar chico.  Cuando llegamos solo había una mesa ocupada por una parejita, dos chicas. Apenas levantaron la vista al vernos llegar.

Se acercaba la hora de partir hacia la terminal. Las veredas estaban mojadas por la humedad. Eso fue lo único malo del viaje. Eso, y saber que a la vuelta me esperaba de nuevo la misma rutina.